¡Cuánto desean los nuevos amores, ser los únicos en la vida de uno! Pero no es así. Existimos algunas personas como los Leandros que tenemos una característica fundamental: Somos eternos buscadores de la familia con la que soñamos desde muy jovencitos. A veces la vida no da reveces y los amores que vamos conquistando y a los que sentimos como intensas familias, aunque como me toco a mi, hayan sido 2 de las 3 que tuve, familias atómicas, llamadas Dink's (Dual Income no kids), y tuve la tercera familia que fue completa (con hijastras).
Sin embargo, no he tenido suerte en mi vida, pues al ser un hombre tan pero tan complicado, a estos verdaderos amores de la vida, se les caduco ese amor inmenso que me tenían al principio. Ellas empezaron a cambiar su estrategia, y en lugar de amarme incondicionalmente, en lugar de tolerar mis rarezas, en lugar de acostumbrarse y aprender a tratar con este hombre jodido que soy, su amor se les caducó y empezaron a criticarme lo que es mi esencia. Una esencia jorobada, por cierto, puesto que el último amor que estuvo conmigo fue la que poco a poco me empezó a hacer tomar consciencia de que nada más y nada menos que mi esencial más esencial, es como la de los árabes que tienen un harem, pero plantado mi ser, no solo en una familia tradicional católica y por lo tanto absolutamente leal y fiel al cónyuge o pareja, sino en un mundo occidental monógamo por completo y por tradición cultural milenaria, que abrazan mi mente, mi fe y mi cuerpo.
Ahora un gran amor, también llega a su plazo de caducidad y cuanto mucho, mutaremos entre Analía y yo, del amor de pareja o erótico como le llama Eric Fromm, a un amor fraterno, como lo conservé con mi primer mujer Soledad, hasta que ella se enojó malamente y para siempre, una vez que hice la nulidad de nuestro matrimonio religioso, por ante el Arzobispado de Córdoba, en donde salieron a relucir muchos de los trapitos sucios de nuestra unión. Ello la ofendió malamente y fue así que todo tipo de vínculo remanente se cortó para siempre, por parte de ella y por no poder aceptar la realidad de lo que fue nuestro.
Sin embargo con mi segunda mujer aun conservamos ese amor fraterno en el que muto el amor de pareja que nos tuvimos por más de 13 años y si Dios me ayuda con estas nostalgias, también lograremos transmutar la relación entre Analía y yo, quedándonos como esos amigos incondicionales que empezamos siendo, los amigos que fuimos durante los primeros largos 7 años de nuestra amistad, antes de que se convirtiera en este noviazgo de 5 años y medio que tuvimos luego y que ahora también llega a su caducidad por los mismos motivos que he debido sufrir en las rupturas anteriores (incompatibilidad de temperamentos y caracteres)
Ahora estoy en la antesala de un nuevo comienzo, la vida 6, le llamo ,luego de que la vida 1 fue cuando era soltero y vivía con mi familia de origen, siendo la vida 2 con Soledad, la 3 con Ely, la 4 un breve lapso de single, la 5 con Analía y esta 6 que comienzo ahora en donde ya sé que no me interesa ser otra vez single, sino ese eterno buscador de familia sea otra vez Dink, sea con la mano de Dios..., una familia como Dios manda, con hijos de la sangre y todo, al menos el unigénito.
Y algo de lo que descubrí en un encuentro con una amiga, también llamada Soledad..., mi cuerpo es absolutamente monogámico y no se entrega a otra que no sea una relación seria, formal y comprometida, y aunque sea mis más íntima esencia apta como para un harem, es mi mente (el buen ego), y mi cuerpo, los que reeducan a esa alma de león de manada, los que le enseñan a contenerse y no ejercer el inoportuno, pecaminoso y la mal entendida poligamia de los árabes, para terminar siendo absolutamente, todo mi ser íntegro, consecuente con esta cultura en la que vivo y en la que me he desarrollado ,abrazando la sagrada monogamia católica, como norte más urgente y simbólico de ese ser, haciendo lo que vino a enseñarme el gran perro Séptimo, que vivió 3 años conmigo, solo para enseñarme como el gran maestro que fue, que una especie polígama como son ellos, se puede convertir y ser absolutamente monógamo, como lo logro este perro con su "esposa la Cachorra", y así dejar para siempre las parrandas de estos canes, adoptando la costumbre de sus ancestros los lobos (super especiales en el reino animal por ser de las pocas especies naturalmente monógamas de por vida).
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